lunes, 25 de abril de 2011

TV DIGITAL, UNO MÁS DE LA FAMILIA

La televisión que desde el punto de vista técnico (teórico) tiene entre nosotros más de 100 años, es una invención que nos ha fascinado desde que a finales de 1800 se manejaban los primeros conceptos “avanzados” de electromagnetismo y matemáticas de vanguardia, con la que un grupo de visionarios concibieron la idea de transmitir imágenes a distancia. Y por su puesto desde que se materializo en las tempranas décadas del pasado siglo XX el televisor no ha dejado de ser “uno más de la familia”, al punto de significar el alivio de la soledad para muchos.

A mitad del siglo XX se creaban los transistores con el avance en materiales semiconductores y ya para los 60’s se contaba con las pantallas de cristal liquido LCD. Pero era una tecnología que no estaba madura, paradójicamente en la época aquello de un computador personal era algo que la mayoría no concebía y menos imaginaba su utilidad. Aun así la era digital estaba en puerta.

Para una persona que cuente con unos 70 u 80 años de edad los cambios en su calidad de vida producto de los avances tecnológicos deben generarle infinitas horas de recuerdos, largas charlas de las que provoca ser testigo. Alguien de esa edad vio el proceso desde el nacimiento de la aviación comercial hasta el hombre en la luna, supo de la erradicación de la viruela y ha visto una gama extraña de gente que paso de Al Capone a los ciberdelincuentes modernos. Y claro, a la inseparable televisión llegar a su casa, seguramente después de la segunda guerra, pasando de un enorme mueble del cual todos tenían admiración hasta estos días en que un muy delgado “42 pulgadas” dispara la envidia del vecino.

Todos sabemos que la televisión y la informática llevaron vidas ligeramente separadas, a pesar que la informática llego años después. Pero todo evoluciona y la fusión se puede decir que era inevitable.

En el mundo que nos toca vivir, a usted, a los amigos de la tercera edad que tienen juventudes acumuladas y a mí, la información en grandes cantidades hace rato pasó de ser una novedad a una necesidad. En algún momento de nuestras vidas el reloj ya no bastaba para recordarnos alguna cita y el teléfono fijo que se tenía en casa y del cual un familiar tomaba nota de las llamadas, paso a ocupar una de nuestras manos y la mitad del cerebro para algunos (queda a gusto del lector decidir si la parte pensante o la emocional, personalmente creo que algunos colocan la parte pensante en el teléfono, ya que todo lo consultan).

Esta, nuestra era digital de la que seguramente nuestros nietos se reirán, tiene una vieja amiga renovada: la televisión digital. Fusionando lo avanzado de la informática con los ya gastados programas de concursos, donde los televidentes son felices si le dan una licuadora a un perfecto desconocido que se tiene apenas minutos de haberlo visto por primera vez.

Por fortuna este giro tecnológico es una espiral en ascenso, ya no se trata del personaje gordo comiendo frituras hasta reventar viendo su programa favorito y hablando solo. Ahora es posible la interactividad con el espectador gracias a la bidireccionalidad del sistema, aunque con sus límites, aun no se puede agredir al árbitro que no pito un penalti por más que el espectador quiera (y espero no lleguen a eso).

Con ese poco de humor de por medio esta obvio que a pesar de los “fanáticos” de la televisión, costara un tiempo acostumbrar al publico al cambio paradigmático que representa el hecho que su opinión valga para la gente que elabora los contenidos, pues, al menos en teoría, al ser posible contar con la pronta respuesta del público el emisor cuidara las formas. De igual manera el estado deberá tomar un papel activo en la supervisión de lo transmitido pues la televisión digital será un poder elevado a la enésima potencia, para  bien o para mal dependiendo de las manos que lo tenga.
Quien no posea noción de las capacidades de la tv digital debe saber que ya no se trata del puro video y el respectivo audio, ahora en paralelo va gran cantidad de datos que son perfectamente visibles en tiempo real y en pantallas insertadas simultáneamente al programa que se ve, si así se desea. Por tanto se puede ver una actividad deportiva y el manejo de las apuestas al mismo tiempo, se puede ver X programa y navegar por internet o bien sintonizar varios canales y tenerlos todos juntos en pantalla, algún fanático del futbol le puede decir exactamente lo que se siente.

Lo dicho en materia de sintonización es válido, ahora imagine que ve un programa determinado y puede dar su opinión directamente al generador del contenido y recibir respuesta inmediata. Igualmente alguien puede manipular información real o ficticia maliciosamente y usar el medio para sus intereses personales, por lo que la ya mencionada vigilancia del estado es más que necesaria.

Al margen de discusiones sobre las libertades individuales, que necesariamente pasan por la idiosincrasia local y la concepción del mundo de los individuos, el estado y los ciudadanos tiene en la tv digital un mundo nuevo por explorar y deben hacerlo juntos. Es una poderosa herramienta para mejorar la calidad de vida de todos al crear sinergia en pro de elevar (o alcanzar) la efectividad en la gestión gubernamental a todo nivel, pues al existir la transparencia en la gestión necesariamente se disminuye la corrupción y sus costos añadidos, y aunque no lo parezca la interactividad de la televisión digital puede ser un punto de apoyo muy importante si el estado presenta los datos correctos y oportunos al alcance del público.

A finales de 1800 la televisión era un sueño, casi una utopía, para los albores del siglo XX era una realidad posible, entrado el siglo algo concreto y luego necesario, ahora en este nuevo siglo parte de nuestras vidas. La evolucionada televisión digital y su tecnología asociada casi están recién saliendo de su capullo y ya se sabe que permitirán mejorar la integración de la sociedad del conocimiento, falta que los gobiernos tengan la voluntad política de pensar primero en las personas y no se dejen controlar por los intereses económicos de las corporaciones, pues este medio es un poderoso instrumento fácilmente convertible en arma y la ambición de poder en algunos no tiene límite.

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