CULTURA – ESTRATEGIA
– ESTRUCTURA.
La Cultura y su
interacción con la estrategia y la estructura, es uno de los principales
pilares para el logro del éxito o el fracaso en la organización, y es
importante destacar que contar con la adecuada estructura y la mejor de las
estrategias, nunca han de garantizar éxito alguno de no estar armoniosamente
alineadas a la cultura existente en la organización. Si bien esta no es fácil
ser modificada al corto plazo, mediante la influencia, el liderazgo, el poder,
puede provocar cambios relevantes sobre la misma al largo plazo, generalmente
se traduce como un cambio de mentalidad, y frecuentemente este tipo de cambios
repercuten en el contexto en donde actúa la empresa.
La cultura vista desde esta
perspectiva, hoy en tiempos de mecanización y automatización revalida el hecho
de que las empresas son gente, que constituye el factor más complejo y
multidimensional, gente que tiene capacidad sin límite alguno, que se propone
hacer algo, y que como todo ser humano, percibe, prejuzga y transforma la
naturaleza (realidad) a su favor, por lo que se deben de subestimar a los demás
recursos, mejor dicho se deben de subordinar al hombre, a la forma en que él
los percibe y le permiten cumplir con lo que individualmente se propone.
CAMBIO DE LA CULTURA
ORGANIZACIONAL.
Las tendencias que pautan el desenvolvimiento del mundo contemporáneo
determinan los cambios, es decir, las nuevas actitudes en las empresas, tales
como, la globalización de la economía, la conciencia ambientalista, la
aceleración de las privatizaciones, las alianzas estratégicas y el avance
tecnológico, conforman un ineludible conjunto de condiciones que afectan las
organizaciones.
La estrategia que mejor interpreta las respuestas ante las demandas de
ese entorno tan complejo y cambiante se resume en competitividad.
Es propio de la naturaleza de las organizaciones, que ellas cambian con
el tiempo y, por tanto, los gerentes por definición, tienen que estar tratando
de manejar el cambio con una visión proactiva (Stewart, 1992).
De acuerdo a lo anterior, la misma supervivencia de una organización
puede depender de la forma como adapte la cultura a un ambiente de rápido
cambio. A partir de esta premisa, las organizaciones que quieren ser
competitivas se mantienen en busca de la excelencia, a través de la adquisición
de nuevos conocimientos que les permitan estar a la par del entorno y, a su
vez, asumir el compromiso de conocer el grado de integración y diversificación
de competencias, de manera que puedan, utilizar las herramientas que les
permitan estructurar un adecuado portafolio de productos y/o servicios (Morales
1993).
Dentro del marco descrito anteriormente, esas son estrategias que toda
gerencia debería adoptar para el logro del éxito en el alcance de los objetivos
establecidos, según las orientaciones preestablecidas por la visión de la
organización.
IMPLICACIONES DEL CAMBIO DE LA CULTURA
El cambio de la cultura implica una modificación de un estado, una
condición o situación. Es una transformación característica, una alteración de
dimensiones o aspectos más o menos significativos. El panorama actual de las
organizaciones se presenta lleno de cambios radicales y con un ritmo sin
precedente en la historia de la humanidad.
En la medida que los cambios se vuelven un factor permanente y
acelerado, la adaptabilidad del individuo organizacional a tales cambios
resulta cada vez más determinante en la supervivencia de cualquier empresa
(Bennis, 1966).
Considerando lo anterior como una constante, la realidad permite
concluir lo siguiente: las organizaciones se plantean retos y han demostrado que
el presente es de quienes se adapten más agresivamente a las nuevas realidades,
que las ciencias gerenciales modernas tienen sentido cuando se aplican
adecuadamente, que los retos del futuro son superables cuando se toma
conciencia del papel de la innovación en un entorno cambiante.
A medida que las organizaciones desafían el cambio, será determinante
que la gerencia desarrolle nuevas tecnologías en función de mejorar las
destrezas y habilidades de los individuos. Al respecto Herrera (1997) dice que
todo ello apunta hacia la necesidad de diseñar nuevas estrategias, estructuras
y crear nuevas culturas; ello implica una revisión profunda de la actividad
gerencial.
La esencia de la gestión de la alta gerencia, es visualizar
acertadamente hacia donde se deben encaminar los esfuerzos de una organización,
y lograr moverla al menor costo. Sin embargo, hacer esto no es fácil, ya que se
presentan imprevistos, y tantas posibilidades de limitaciones únicas, que
resulta complejo enfrentarlas con esquemas rígidos, pero ejecutar el cambio con
enfoques nuevos, sugiere que el cambio en alguna forma es un fenómeno que
presenta un reto sin precedentes (Maraven, 1997).
Naím (1989) considera tres ideas básicas acerca de la gerencia del
cambio.
Primero: consiste en la capacidad que debe tener la alta gerencia en manejar los
cambios, ya que éstos implican costos, riesgos, ineficiencias temporales y
cierta dosis de trauma y turbulencia en la organización. Adicionalmente, pueden
obligar a la alta gerencia a invertir tiempo y esfuerzos y obviar otros asuntos
claves para la empresa.
Segundo: una vez que se inicia el cambio, este adquiere una dinámica propia e
independiente de quien lo promueve o dirige, es decir, puede suceder que en
algunos de los casos más exitosos de cambio, los resultados obtenidos sean
cónsonos a lo planificado inicialmente. Aunque en algunos casos, lo planificado
y lo obtenido no coincida por completo. Este fenómeno es motivado, entre otras
cosas, al hecho de que una vez que se desencadena el proceso de cambio, ocurren
una serie de eventos, acciones, reacciones, consecuencias y efectos que
difícilmente, pueden ser anticipados y controlados por completo por quienes “gerencian”
el cambio.
Tercero: el cambio en una empresa es un proceso lento, costoso, confuso y
conflictivo, que normalmente ocurre a través de ciertas etapas más o menos
comunes (pág. 479).
Por lo tanto, que no sólo es importante diseñar y planificar el estado
futuro deseado, sino analizar profundamente el estado de transición necesario
para que la organización se mueva hacia el objetivo deseado.
Es importante destacar que el cambio requiere de un alto nivel de
compromiso, inversión y dedicación al logro de la nueva situación; que si no se
cuenta con la participación activa y el apoyo de quienes tienen el poder de
toma de decisión en la empresa, es muy probable que el cambio no sea exitoso o
quede inconcluso, lo que puede ser perjudicial para la organización.
Por lo anterior, los cambios son producto del crecimiento de las
organizaciones, en cuanto a los planes que desarrollan, por la diversificación
de sus acciones, especialización de sus actividades, el liderazgo de sus
direcciones y por las características del mercado donde actúan y compiten.
VALORES
ORGANIZACIONALES
Son la base de la
cultura organizacional, definen el éxito en términos concretos para los
empleados y establecen normas para la organización. Inspiran la razón de ser de
cada organización, los objetivos a perseguir y las metas a lograr.
Los valores están
explícitos en la voluntad de los fundadores de la empresa y en la formalización
de la misión y visión de las organizaciones. Estos se generan de la cultura de
la organización, por lo tanto son establecidos por la alta gerencia.
Los valores
organizacionales, han sido definidos como el conjunto de creencias, principios
y normas considerados apropiados por la empresa y que se manifiestan a través
de las conductas de los integrantes de la organización. Cuatro Valores que sustentan
la transformación;
1. – Compromiso con
la organización, se basa en entender cuál es la visión de la organización en la
cual se trabaja, y enfocarlos en el cumplimiento de los objetivos.
2.- Orientación al
negocio, el servicio y el cliente, constituyen un negocio complejo y cambiante,
que exige manejo de información actualizada. Esto es una condición
indispensable en el desempeño diario, ya que directa o indirectamente el
personal está en contacto con los clientes.
3.-
Responsabilidad por resultados, las decisiones que se toman todos los días como
trabajadores, no se pueden basar en supuestos, en intuiciones o en yo creía
que. Cada decisión, hasta la aparentemente más insignificante, puede tener
impacto económico en la empresa y por eso, se debe analizar y medir su
conveniencia, porque cada uno de los trabajadores es responsable por los
resultados de sus decisiones y actuaciones.
4.- Alto nivel de
profesionalismo, cuando se habla de trabajar con profesionalismo se quiere
decir que hay que hacer las cosas responsablemente, con seriedad, con ética.
Ser profesionales
significa también preocuparse por el entrenamiento y el crecimiento profesional
propio y el de los compañeros. Mejorar continuamente beneficia tanto a la
empresa y a sus clientes, como al personal mismo. Mejorar continuamente la
capacitación amplía las oportunidades de crecimiento dentro de la organización
y se traduce en reconocimientos.
Los propios valores como personas, unidos a los valores que se poseen
como equipo de trabajo y los valores corporativos, identificados por la
empresa, son los que destacan a la organización.
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